La
formación y la gestión por competencias, surge, ente otras cosas, de
la necesidad de aumentar la competitividad de las organizaciones.
Reclamación generada en la interdependencia económica, los avances
tecnológicos y los cambios sociales, que requieren que los individuos y
los equipos humanos piensen y actúen de forma rápida y renueven
constantemente el conocimiento y las formas de enfrentar realidades cada
vez más complejas y cambiantes.
La UNESCO define
competencias como “El conjunto de comportamientos socioafectivos y
habilidades cognoscitivas, psicológicas, sensoriales y motoras que
permiten llevar a cabo adecuadamente un desempeño, una función, una
actividad o una tarea” (Argudín 2007), mientras que, desde una
perspectiva más específicamente laboral, el SENA define competencia
como: “Capacidad de una persona para desempeñar funciones productivas en
contextos variables, con base en los estándares de calidad establecidos
por el sector productivo.” (Zúñiga 2003).
Otras
definiciones, recogen el sentido de las competencias como “la capacidad o
habilidad de efectuar tareas o hacer frente a situaciones diversas de
forma eficaz en un contexto determinado. Y para ello es necesario
movilizar actitudes, habilidades y conocimientos al mismo tiempo y de
forma interrelacionada.”(Zabala 2008) Esta definición, llama la atención
sobre tres hechos fundamentales:
- Es necesario movilizar actitudes, habilidades y conocimientos. Es decir, el individuo, ante una situación, problema u oportunidad determinada, activa recursos cognitivos, destrezas, actitudes, capacidades, aptitudes, metodologías, esquemas motores, de evaluación, anticipación y decisión, valores, emociones y esquemas de razonamiento, entre otros.
- Al mismo tiempo y de forma interrelacionada. De forma integrada.
- En un contexto. La competencia se evidencia en una situación, ámbito o contexto determinado.
Estas
ideas, según se les interprete, tienen distintas implicaciones. Desde
el enfoque sistémico, según el cual el todo es mayor que la suma de las
partes, en tanto estas se interrelacionan entre sí. - Es decir,
contempla el todo y las partes, así como las conexiones entre estas y
estudia cada sistema en relación con los sistemas que lo contienen-, el
individuo se comprende como una totalidad: no son solamente sus
capacidades, sus conocimientos o su forma de ser lo que se moviliza
frente a una situación, sino que el individuo las moviliza conjuntamente
con otros recursos, de manera interrelacionada y compleja.
Pero,
el individuo no solamente actúa como un todo, sino que además, lo hace
con el propósito de obtener ciertos resultados, de forma rápida,
pertinente y creativa, lo cual defiende la idea de que las competencias
no son una sumatoria de recursos internos sino que estos se integran
sinérgicamente para obtener resultados óptimos (innovadores, creativos,
efectivos, perdurables en el tiempo, con criterios de calidad, etc.).
Así,
las competencias van mucho más allá de la ejecución de tareas,
funciones o procedimientos; de “recitar” ciertos conocimientos o de
mostrar ciertas actitudes. Esto, a pesar de que sean de “prescripción
cerrada”, es decir, que conlleven pasos estrictamente definidos,
condición que probablemente solo implique poner en acción ciertas
habilidades o destrezas. Contrario a las competencias de “prescripción
abierta” las cuales implican la puesta en acción de una amplia gama de
recursos internos y externos. Sin embargo, es claro, que estos dos tipos
de competencia no se oponen sino que se complementan.
Por
otra parte, en un contexto determinado, significa que el contexto
también posee recursos que “aporta” a la situación y que influyen no
solo en la percepción y comprensión de esta, sino en la resolución de la
misma. De tal manera que la competencia, desde la perspectiva
sistémica, para poder realizarse como tal, exige y se nutre de las
condiciones del contexto (suprasistema).
En definitiva, el
enfoque de sistemas, evita la reducción de las competencias a una serie
de conductas predeterminadas y repetitivas y las coloca en el plano de
la innovación y el perfeccionamiento permanente. Trayendo esto como
consecuencia, a partir de la retroalimentación continua entre todos los
recursos, sistemas y subsistemas involucrados, el aumento permanente de
la competitividad de los individuos, los grupos de trabajo, las
organizaciones y la economía en general, con todos los beneficios que
esto conlleva.
LUIS GUILLERMO ROJAS G
Psicólogo Organizacional
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